Se considera que debemos limpiar la piel previamente a la colocación de cualquier producto cosmético para realmente aprovechar sus propiedades.
Pero a su vez ésta limpieza debe ser óptima y aunque la mayoría piensa que cualquier cosa que “haga espuma” o deje tu piel rechinando como un vidrio recién limpio es suficiente, esto no es así.
¿Te pusiste a pensar en la biología propia de tu piel y sus necesidades ?
Bueno, toda piel que se jacte de sana cuenta con un batallón de bacterias propias, aceites y humedad característica, junto a un PH propio. Cuando en pos de “limpiar” nuestra piel barremos lo malo (impurezas, oleosidad, make up) pero en ese mismo acto nos llevamos “puesto” también lo bueno, no estaríamos siendo muy inteligentes.
Si después de utilizar tu limpiador habitual tu rostro tira o brilla como una loza significa que se llevó también lo bueno de tu piel.
Limpiar la piel previamente a tu rutina de skincare no debe ponerte atrás de la línea de partida, ¿no te parece? Cuando tu ritual de higiene es súper agresivo, llevas tan atrás tu piel que tu rutina de serums y cremas sólo servirá para componer ese daño y no para darte mejoras.
Es por eso que nuestro dúo de limpieza se adapta a las distintas necesidades de las pieles, y a su vez juntos configuran el sistema eficaz de la Doble Limpieza que propongo en todo tipo de piel, pero siempre por las noches.
La limpieza en base a aceites removerá de forma eficaz las partículas que con un limpiador al agua no sería tan efectiva, y además invita a un ritual de masaje de limpieza (incluido en la compra) que va a sumar más minutos a tu “neat “ de rituales diarios.
Luego, una vez limpia la piel, te sugiero realizar la higiene con la espuma enzimática para además recibir la exfoliación suave por parte de las enzimas del ananá (si! en Argentina le decimos ananá a la piña!).
¡Ahora si, tu piel impecablemente limpia!